Medios y Remedios
55 años de televisión
Gerardo Soriano Palma
Acabas de cumplir 55 años de vida en México. Un montonal de tiempo, sin duda, pero, cosa curiosa tu caso, no tanto, si vemos lo poco que has cambiado desde la primera transmisión que nos diste, de manera oficial, al difundir en 1950 el informe de gobierno de Miguel Alemán.
Desde un principio todo estuvo mal planeado. Mal para los otros, se entiende, no para ti. La prueba es que te has podido mantener vigente, poderosa, a pesar de uno que otro conato de nacionalización, que te llevaron a ser un humillante soldado del sistema. Sí, digo humillante con toda justeza, ya que entonces te era vedado tener opinión propia -la única diferencia en estos años dos miles, por cierto, en que eres el Poder detrás del trono, según muchos opinan-.
Ahora compartes tus ganancias con un hermano menor; podrías tener más familiares, sin duda, pero ojo, sólo “podrías”. Has construido la legislación en materia televisiva a tu antojo.
Desde 1968 se empezó a entender que eras el quinto poder en México. En esa década se empezó a inaugurar la extraña moda que era criticarte, denostarte, referirse a ti como “la caja idiota”, término duro, un tanto injusto, quizá, si comparamos la caja de entonces con la de este siglo XXI.
Ah, cuántas horas de debate en aulas universitarias, cuántos libros dedicados a tu salud, portadas de una revista de la que fuiste, has sido y seguirás siendo, su principal cliente, con sus puntuales reportajes sobre tu estructura, tu papel en este país, y sí, cuesta decirlo, resulta hasta vergonzoso observar que todo sigue igual -y algunos podrían decir que peor- en este tu aniversario.
Justo acabas de organizar un evento en donde quieres celebrar el México de tus sueños, el país a tu medida, y siguen corriendo los mismos litros de tinta en tu contra. Repaso los periódicos, las revistas; escucho a comentaristas de radio, y en casi todos encuentro las mismas críticas gastadas sobre tu fábrica de sueños; con la única diferencia que ahora no critican al soldado, sino al general que regala tiempo aire en debates, congrega a sus pies a todos los actores políticos del país, gracias al poder que te dan las condecoraciones de tu pecho, recibidas por los ínclitos servicios que prestas a la nación.
Te llames como te llames, Emilio, Ricardo, antes que mexicano, eres empresario, que cura su conciencia con fundaciones que resultan ser paraísos de contabilidad creativa.
¿Vale la pena seguir criticándote? ¿Gastar tinta, espacio en el disco duro, bytes en el ciberespacio? Siempre te has reído, quizá burlado de tus críticos, y lo seguirás haciendo décadas más. ¿Seguir criticándote? ¿Habrá pluma que persista y lector que la aguante? Espero que sí. Qué diablos.
gsoriano@economista.com.mx