miércoles, julio 30, 2008

Lágrimas de silencio

- No quiero quererte. No puedo quererte. No debo quererte -dijo él. Y sin embargo te quiero, -le faltó decir, aunque no hacía falta, antes le había dicho que por algo estaban ahí, entre el barullo de la gente, detenidos en el tiempo, ajenos a todo.

Y como respuesta, ¿que obtuvo? La peor: el silencio. Aunque, pensándolo bien, quizá hubo algo. Dos lágrimas que asomaron en sus ojos.

Por algún momento deseó ser el nadador más pequeño del mundo, uno milimétrico, el cual, y bajo su condición microscópica, le valiera echarse un clavado a los lagrimales de ella para recorrer cada centímetro de sus nervios hasta llegar a ese extraño, enigmático y desconocido lugar donde se originan los amores, los odios, los orgullos, y saber qué provocaba esa cuasi lágrima.

Muchas cosas deben pasar entre dos personas para que una sinceridad sea respondida con el silencio. Porque el silencio enloquece, sobre todo después de un "de qué me sirve abrirme", sellado con el hermetismo más atroz -ah, y con ese par de lágrimas arrepentidas-. Y si el sonido de la nada puede resultar ensordecedor, más aún el orgullo, ese que provoca sellar el corazón.

Después del silencio, de las lágrimas nonatas, él partió a su destino, uno que no la incluía a ella, "al menos no hoy", pensó, mientras se abría paso entre las personas que lo rodeaban, aunque en el fondo sabía que durante mucho tiempo no se iría de ella, sino que se quedaría a su lado, al menos lejanamente, en pensamientos, en sueños, que aunque para algunos puede resultar una estupidez, para otros puede resultar, ¿resultar?... ¿resultar qué?. Quién sabe, solo resultar. Porque lo único cierto es que él no quiere, no puede y no debe quererla.

domingo, julio 27, 2008







Ahora viene agosto. El mes de la desdicha, el mes ruín, el mes más largo y tormentoso. Pero, al final del día, hay que darle buena cara, y mentarle la madre.