Señor
Suena el choque de las bolas del billar a mi costado. Son, para ser precisos, 12 mesas. Las acabo de contar. Todas dispuestas en el mismo piso, al fondo del local, y unas 15 mesas para comer algo, jugar dominó, o beber nomás. Aquí se llama Mala Fama. Aunque en el argot popular se le conoce como "El mala fama". Como si el artículo lo reverenciara.
El caso es que una chica de las que atienden, como de 18 o 19 años, me acaba de decir que huelo sabroso. Estoy sentado a lado de la computadora donde se saca e imprimen las cuentas. Y ella dijo:
- Qué sabroso huele, señor.
-¿Perdón? -tecleaba mi lap, apenas percibí palabras sueltas, "sabroso", "huele", "señor", que así escuchadas me fue imposible englobar la frase completa.
-Que huele muy sabroso. Lo percibo desde aquí. Y deduzco que debe ser usted porque no hay nadie más cerca, señor.
-Ah, mi loción -contesté-. Gracias... Pero ese "señor" no me gustó nada. Qué viejo me hace sentir.
Y luego, la chica de 18 o 19 años, sentenció:
-En la secundaria un maestro me decía que "Señorear" a alguien no tiene nada que ver con la edad. Lástima que atirbuya el señor sólo a una cuestión de años.
Esto lo dijo mientras caminaba a la barra, para seguir en su trabajo, mirando de soslayo. Sentí que el de 18 o 19 años era yo y que la chica que atendía las mesas era realmente la "señora. Maldita sea.
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